martes, 21 de febrero de 2012

La galera y las ratas

Se sentía orgulloso de su oficio, hombre de alta estatura y barba prominentemente abandonada hacia abajo y enfilada, recogida por esclavizados tirabuzones enlazados, los suficientes en cantidad para no albergar los despojos de la gula,"
¡Jajá...lo que sobra, que sirva de pasto para los insignificantes, jajá...!"
Así solía decir cuando permanecía en la proa de la galera, como si el trinquete fuese una prolongación fálica, y con el espolón de madera de haya reforzada con el zuncho o aro metálico colocado hacia abajo, muy hacia abajo el espolón, con el objeto de poder embestir y desfondar el barco enemigo que osase cruzar en su camino; allí solía y así acostumbraba a permanecer, mientras devoraba las carnes que apuñalaba con sus concienzudamente afilados incisivos, y sus adyacentes, auxiliares y también depredadores caninos. Era este personaje el capitán del barco, el que llevaba la voz de mando, y se ufanaba de ser un marinero más de la tripulación, pues orinaba y defecaba en el jardín de proa, mientras se agarraba a las jarcias, y es que parecía como si a él también lo ataran, como si perteneciese a la composición y elementos del atroz navío que flotaba por los mares de Arabia.
"¡Contemplad, viejos tiburones
del desierto de las aguas,
que servís con sus acechantes vaivenes
bravura a mi oficio! 
Mirad la gloria de mi triunfo
ante la insignificancia
y la inmundicia
jajá jajá...."

Acto seguido elevaba su tuerta mirada al cielo con enfermiza vehemencia cruel, y su vena yugular drenaba tan impetuosa que la mar se encolerizaba envidiosa, y golpeaba entonces con más fuerza.
Era esta galera de unas grandes dimensiones, de unos 150 pies de eslora y con unos 400 remeros o galeotes en cuatro filas, dos a estribor y dos a babor, dos filas inferiores y dos superiores, y cada remo tirado por cuatro galeotes con lo que nos daban hileras de 25 remos, remos de madera de haya que poseían cada uno unas dimensiones de unos doce metros; ¡equilibradas proporcionalidades de la usura! .Así pues las dos filas superiores eran  las que se dejaban ver en la cubierta superior, unos a un lado y otros en el otro, unos a estribor y otros a babor.


El Estado portugués de la India, así le llamaban al virreinato que se fue extendiendo en este país con la llegada de Vasco de Gama, y con la `posterior conquista de Goa. Navegando por un Océano Indico, que en su parte más noroccidental estanca un tanto las aguas en el Mar Arábigo.
Comienzos del Siglo XVI, eran pues los portugueses los que luchaban por la hegemonía marítima en esta parte de la tierra; desde el Golfo de Adén, aguas encerradas en las tierras de Yemen y Somalia hasta el de Cambay, que limitaba al Sur con Bombay, o desde el Golfo de Omán hasta Ceilán al sur de la India.¡Y el Golfo Pérsico!,garganta que embalsama la fertilidad de los antiguos dominios de otras culturas, desde donde se extendían tiempo atrás otros imperios ancestrales como el Persa o el Mesopotámico; Irán, Irak ,Arabia Saudita, Qatar..., y en Emiratos Árabes Unidos, donde la tierra se proyecta en prominencia estrecha, que con su curvatura tan solo deja una estrecha salida para el mar, el estrecho de Ormuz, y al lado Dubai, que aparece como si fuese un faro vigilante, zonas de influencia geoestratégica, Emiratos de magnates árabes codiciosos, vendidos hoy tristemente al capitalismo salvaje del cruel imperio intervencionista norteamericano.
El sol pegaba ahora con fuerza en la cubierta de la galera, que navegaba por los mares de Arabia, junto a tres más que eran un poco más pequeñas, iban de Surat, en la India, en el golfo de Cambay hasta Mascate en Omán, en el Golfo del mismo nombre, llevaban especies y esclavos, las primeras iban a ser transportadas en un par de calaveras que les darían el relevo hasta Portugal, los segundos, serían elegidos de entre los galeotes por los imanes ibadies de Mascate para su propio disfrute personal.
Dos eran los Cómitres o verdugos con látigo, que fustigaban los cuerpos de los galeotes, mientras vigilantes y oficiales hacían señalizaciones desde la pasarela hacia los que flojeaban, ¡Este!..¡Zass!, ¡Este otro!.... ¡Zaass!
Mientras, el oficial Mayor arengaba a los otros oficiales y a los vigilantes, y les recriminaba el hecho de cumplir erróneamente las tareas que les fueran así encomendadas, y gritaba:
"¡Insensatos!, ¿no veis que así los vais a matar?,
¿quienes queréis que luego remen este barco
si aplicáis con tan poco inteligencia
las instrucciones incorrectas con esa vuestra fiereza?"
Decía esto al tiempo que se llevaba el pañuelo perfumado a la nariz, para aliviar el hedor insoportable de galeras, donde los galeotes hacían sus necesidades fisiológicas en el propio banco o potro de tortura
Así pues, pasaba el tiempo y los días, que se entrelazaban en la cruel agonía de la desdicha y tragedia humana, representadas en el triste latir del corazón desgarrado en cáscara de funesto navío.

De entre los remeros que permanecían así esclavizados los había quienes eran conocedores, por medio de sus predecesores, de las leyendas y tradiciones de Karmi Mata.
Cuenta la leyenda de Karmi Mata, matriarca del siglo XIV que era reencarnación de Durga, la diosa del poder y la victoria, considerada la Diosa Madre y Suprema por muchos hindúes, Diosa de la victoria del bien sobre el mal, representada con numerosos brazos, cabalgando sobre un león o un tigre, portando armas y una flor de loto, que posee una sonrisa meditabunda y practica mudras, o símbolos gestuales con las manos; narra pues la leyenda de la reencarnada Karmi Mata, que hubo un momento en que uno de los niños de su clan murió, y ella trató de traerlo de vuelta a la vida y esto sólo podía ser hecho por Iama, el dios de la muerte que había reencarnado ya como una rata. Karmi Mata llegó a un acuerdo con Iama, que todos los hombres de su clan muertos se reencarnarían como las ratas, hasta que estuvieran listos para nacer de nuevo en la tribu.
Y fue entonces el acontecimiento en que las plegarias a la Diosa Madre Durga de muchos de los esclavos fueron escuchadas por las ratas que habitaban en las galeras, que milagrosamente se multiplicaban y multiplicaban en número, y convenían con los Galeotes en el amotinamiento y se corrió la voz, sería cuando el Sol se pusiese y la Luna confirmase la huida del Sol y el sublevamiento.
Y llegó la hora oscura, y las ratas empezaron a silbar como histéricas, los oficiales y marineros empezaron a andar de un lado a otro inquietos, alumbrando hacia la popa, de donde parecía que venían los atroces sonidos, y de lo que allí observaron quedaba fiel representación en sus semblantes que se tornaron pálidos y resplandecía el pánico y terror en la oscura noche, miles y miles de ratas enseñaban sus afilados dientes mientras corrían y se abalanzaban sobre el capitán y los oficiales.

_xurxo fernandez gonzalez_
sábado 18 de Fevereiro de 2012 às 23:31