Estaban ya todas y todos los
competidores en el estadio. Las babosas estaban algo apartadas formando un
conjunto, la que iba a representarlas se lo tomaba con buen humor, con sus
compañeras atletas, un tanto distantes, allá en el área de lanzamiento de peso
circular de bola o platillo volante, pero como sabían que no iban a ganar
ni siquiera a las tortugas, se lo tomaban con mucha sapiencia y se ponían todas
juntas a cantar canciones de mariposas.
-"No cesaré hasta llegar a la meta, al llegar a la esquina que une las dos rectas que significan una curva, en principio solo adintelada, pero que luego con cincel esbozo su risa y delicadeza, debo tomarla por dentro, no por fuera, si uno se despista y se deja llevar tiende a hacer más abierta la torpeza y no curva y luego circunferencia,¡a saber a donde nos lleva este mundo!,y si te piílla por detrás un yo que sé lo qué, y más en los tiempos en los que corro yo, con mis marcas,¡sí, como no!, y mis cicatrices, reflejos del pundonor que arrojo en mi competitividad,¡sálvese quien pueda!,grito yo, noble entrega de fiero batallador, y es que se me ve en la cara, que aunque parezca pálida, mantengo el equilibrio de un poste telegráfico en conexión con el ejercicio pragmático de mi verborrea y estolidez ..."
Así reflexionaba dando los previos saltitos juguetones a dos patas el homínido Don Nicomedo Viruelas, gran atleta, con el record del Universo del hombre a sus espaldas,¡ni más ni menos!,aunque él lo que pretendía llevar en su parte trasera era la foto de su bebé adjuntada en el dorsal, con una dedicatoria; los elefantes, que eran de los competidores más cercanos fueron los primeros que protestaron,¡esto es un disparate ,una cursilería humana!,el jurado de aves, la mayoría de buitres y gallinas se avenían plenamente a lo congruente de la queja:¡esto no es un tea party, es la primera olimpiada terrestre y solidaria, seria cuestión!,¿pero que se habrá creído ese humano, pretendiendo representar su orgullo de padre como el perdón de toda una raza de sanguijuelas, pues ahora en vez de la foto de su querido retoño brillará la calavera de su especie,¿que mejor icono que su propia mente fosilizada?-ja,jaja, reían las gallinas y los buitres-,y respondían -jojija, las chinchillas, jujejo,las comadrejas jejije, las cucarachas, todas ellas de los grandes medios del cotilleo y morbo de la comunicación-.
El juego consistía en cinco casillas, en cada una de ellas un competidor o competidora, en la del medio se ponía el campeón, el guepardo, que venía de las sabanas ecuatoriales de Camerún, con satén enroscado en una fina tela, emitiendo aullidos de lobo y de victoria, con relucientes esmeraldas y con una corona de oro, dos collares de gruesas cadenas de plata y doce sortijas encriptadas.
En la casilla número dos la gran revelación mundial, en realidad todos los ojos estaban pegados en su piel, pues ya no solo era algo extraordinario únicamente en lo deportivo, sino también en el mundo de la genética y el tarot, pues este canguro con sus saltos ultra sensoriales estaba muy pero que muy cerca de las huellas del guepardo, pisando casi ya sus marcas, lamiéndole la cola con sutileza, como tan solo guardando la distancia de la lógica, de las patas traseras del adversario que se podría encolerizar, estudiando su sombra y su mapa, para aprender su vida y su raíz técnica.
Una astuta cacatúa, irónica, precursora de una nueva sátira de crónica deportiva llamada Palipastra, rebozada en el mundo de la prensa, argumentaba:-Sí, es una gran revelación
este Saltimundis (que así era el alias del canguro),pero la verdad, es que es a esas almas impetuosas les pierde el nervio, arriesgan tanto que se descompone el equilibrio del cuerpo y masa, mente y raciocinio, pero la verdad que son como el terrible Ketchup que condimenta toda esta estupidez, y solo queda como pasta italiana, grandes saltos al infinito que muchas veces se salen de pista, es el riesgo de tener que aterrizar entre las dos líneas de la lógica imperativa y abrasadora-
La babosa de Malasia, la única corredora, fue llamada al orden por la jueza avestruz, pues se le anunciaba por la megafonía que sería expulsada del torneo si no llegaba en cuarenta y tres segundos y cero centésimas a la casilla número uno, la que le correspondía; la babosa obedeció, pero al mismo tiempo argumentaba, vale, vale,¿mas?,a que viene tanta prisa, en un minuto saben ustedes que nunca podré llegar, yo solo quiero hacer valer mis derechos, si soy la más lenta en este juego necesito también el auxilio y complacencia de vuestras sobriedades y atributos,¿que será de la vida si lustra así lo sobrio y mortífero?,mientras quienes necesitamos del tiempo cobijo...¡ayúdenme!,¡ayuden a nosotras todas las babosas de la tierra, a todas los desprotegidas...!,y el estadio prorrumpió en júbilo y complacencia, llenos y llenas de misericordia con la babosa prorrumpieron en cánticos, proclamas:¡las babosas no son ociosas!,¡viva las babosas!,¡dignificáis la tierra!,el caso es que tal como se puso la historia, a la avestruz no le quedó más remedio que ella en persona de avestruz, ir al encuentro de Sinfoneretea, como así se llamaba la babosa de Malasia, cogerla sutilmente y colocarla en su casilla .
En la número cinco, Don Nicomedo Viruelas, del que ya hemos narrado, seguía dando saltitos y descomponiendo su estrategia:
-no es torcer nada más que el llegar a girar, por eso lo necesito hacer con sutileza, por dentro, el elefante, mi verdadero rival se verá obligado si fuese que pudiere a intentar adelantarme por la derecha, mas si hago lo contrario y me abro, aparte de que me relajo y puedo ir al verde prado, el con su masa me derribará me aplastará, y mis sueños de grandeza habrán finalizado...
Y en la número cuatro el Elefante innombrable, sin patria conocida, arisco con la prensa, algo suspicaz y a la vez muy veloz, juguetón y afable, muy generoso, llevaba enroscadas en su larguísima trompa guirnaldas de flores y ramos de olivos que anteriormente se los estaba ofreciendo al público que se alienaba en las bajas gradas del fondo de la tierra.
Y por fin llegó el momento que se esperaba,¡Uno, dos y tres!,un conejito amarillo de color azul silbó fuertemente, tanto que el sonido se acopló con el golpear del agua marina con los acantilados, que rebotan a su vez en el amor a un sentimiento íntimo y de olor húmedo.
¡Madre mía!, ¡que espectáculo!, ¡las niñas y niños lloraban de la emoción!, como saltaba de felicidad el canguro, la distancia era abismal, mientras, la babosa de Malasia Sinfoneretea anunciaba: ¡Unámonos compatriotas, las aves con las ranas y el cielo con la tierra!, la emoción vibraba en el ambiente.
Iban ya pasados los primeros cuatrocientos metros, el guepardo aceleró inmensamente pero cuando estaba acercándose peligrosamente al canguro de tanto forzar sufrió de una distensión muscular que le alejaba del triunfo;,así se lamentaba posteriormente ante los cucuruchos comunicativos: lo siento por mi Camerún, mi patria,¡hice lo que pude por engrandecerla!.
Saltimundis iba a ganar, faltaban cien metros, pegó un salto como triunfal y desapareció de donde los ojos de cualquiera de las almas allí reunidas pudiera alcanzar .Pasados dos días hacía unas declaraciones desde donde él decía que estaba, en otra galaxia:-la soberbia me traicionó-
Iban en cabeza de carrera el elefante innombrable y Nicomedo Viruelas, faltaban cincuenta metros, estaban en la curva:
-Voy por dentro, muy por dentro de mis intereses de victoria, mi conquista es mi antojo, mi vida la competencia y habilidad en los entresijos de la conveniencia, los despojos por fuera, por dentro la victoria, bien adentro, dejando a los demás por fuera, ya venzo, el elefante no alcanza...y he aquí que de la trompa del mamífero placentario, que estaba a escasos cinco metros de distancia, se desprende una sustancia pegajosa que cubre al hombre atleta y le paraliza, el elefante mientras pasa a Nicomedo Viruelas dice, esto en nombre de los elefantes a las mujeres y hombres malos de la tierra; quedaban solo diez metros, pero de repente, y con semblante muy sosegado se sentó en la pista asfaltada el mamífero placentario, tanto se sentó que los otros elefantes del equipo hicieron luego una sentada con pancartas que ponían ¡dignidad para la tierra!.
La victoria estaba pues servida Sinfoneretea hermosa y triunfal en su entrega, tres meses pasaron y el cronómetro así sentenció, y en esos tres meses se forjó la revolución.
xurxo fernandez gonzalez
-"No cesaré hasta llegar a la meta, al llegar a la esquina que une las dos rectas que significan una curva, en principio solo adintelada, pero que luego con cincel esbozo su risa y delicadeza, debo tomarla por dentro, no por fuera, si uno se despista y se deja llevar tiende a hacer más abierta la torpeza y no curva y luego circunferencia,¡a saber a donde nos lleva este mundo!,y si te piílla por detrás un yo que sé lo qué, y más en los tiempos en los que corro yo, con mis marcas,¡sí, como no!, y mis cicatrices, reflejos del pundonor que arrojo en mi competitividad,¡sálvese quien pueda!,grito yo, noble entrega de fiero batallador, y es que se me ve en la cara, que aunque parezca pálida, mantengo el equilibrio de un poste telegráfico en conexión con el ejercicio pragmático de mi verborrea y estolidez ..."
Así reflexionaba dando los previos saltitos juguetones a dos patas el homínido Don Nicomedo Viruelas, gran atleta, con el record del Universo del hombre a sus espaldas,¡ni más ni menos!,aunque él lo que pretendía llevar en su parte trasera era la foto de su bebé adjuntada en el dorsal, con una dedicatoria; los elefantes, que eran de los competidores más cercanos fueron los primeros que protestaron,¡esto es un disparate ,una cursilería humana!,el jurado de aves, la mayoría de buitres y gallinas se avenían plenamente a lo congruente de la queja:¡esto no es un tea party, es la primera olimpiada terrestre y solidaria, seria cuestión!,¿pero que se habrá creído ese humano, pretendiendo representar su orgullo de padre como el perdón de toda una raza de sanguijuelas, pues ahora en vez de la foto de su querido retoño brillará la calavera de su especie,¿que mejor icono que su propia mente fosilizada?-ja,jaja, reían las gallinas y los buitres-,y respondían -jojija, las chinchillas, jujejo,las comadrejas jejije, las cucarachas, todas ellas de los grandes medios del cotilleo y morbo de la comunicación-.
El juego consistía en cinco casillas, en cada una de ellas un competidor o competidora, en la del medio se ponía el campeón, el guepardo, que venía de las sabanas ecuatoriales de Camerún, con satén enroscado en una fina tela, emitiendo aullidos de lobo y de victoria, con relucientes esmeraldas y con una corona de oro, dos collares de gruesas cadenas de plata y doce sortijas encriptadas.
En la casilla número dos la gran revelación mundial, en realidad todos los ojos estaban pegados en su piel, pues ya no solo era algo extraordinario únicamente en lo deportivo, sino también en el mundo de la genética y el tarot, pues este canguro con sus saltos ultra sensoriales estaba muy pero que muy cerca de las huellas del guepardo, pisando casi ya sus marcas, lamiéndole la cola con sutileza, como tan solo guardando la distancia de la lógica, de las patas traseras del adversario que se podría encolerizar, estudiando su sombra y su mapa, para aprender su vida y su raíz técnica.
Una astuta cacatúa, irónica, precursora de una nueva sátira de crónica deportiva llamada Palipastra, rebozada en el mundo de la prensa, argumentaba:-Sí, es una gran revelación
este Saltimundis (que así era el alias del canguro),pero la verdad, es que es a esas almas impetuosas les pierde el nervio, arriesgan tanto que se descompone el equilibrio del cuerpo y masa, mente y raciocinio, pero la verdad que son como el terrible Ketchup que condimenta toda esta estupidez, y solo queda como pasta italiana, grandes saltos al infinito que muchas veces se salen de pista, es el riesgo de tener que aterrizar entre las dos líneas de la lógica imperativa y abrasadora-
La babosa de Malasia, la única corredora, fue llamada al orden por la jueza avestruz, pues se le anunciaba por la megafonía que sería expulsada del torneo si no llegaba en cuarenta y tres segundos y cero centésimas a la casilla número uno, la que le correspondía; la babosa obedeció, pero al mismo tiempo argumentaba, vale, vale,¿mas?,a que viene tanta prisa, en un minuto saben ustedes que nunca podré llegar, yo solo quiero hacer valer mis derechos, si soy la más lenta en este juego necesito también el auxilio y complacencia de vuestras sobriedades y atributos,¿que será de la vida si lustra así lo sobrio y mortífero?,mientras quienes necesitamos del tiempo cobijo...¡ayúdenme!,¡ayuden a nosotras todas las babosas de la tierra, a todas los desprotegidas...!,y el estadio prorrumpió en júbilo y complacencia, llenos y llenas de misericordia con la babosa prorrumpieron en cánticos, proclamas:¡las babosas no son ociosas!,¡viva las babosas!,¡dignificáis la tierra!,el caso es que tal como se puso la historia, a la avestruz no le quedó más remedio que ella en persona de avestruz, ir al encuentro de Sinfoneretea, como así se llamaba la babosa de Malasia, cogerla sutilmente y colocarla en su casilla .
En la número cinco, Don Nicomedo Viruelas, del que ya hemos narrado, seguía dando saltitos y descomponiendo su estrategia:
-no es torcer nada más que el llegar a girar, por eso lo necesito hacer con sutileza, por dentro, el elefante, mi verdadero rival se verá obligado si fuese que pudiere a intentar adelantarme por la derecha, mas si hago lo contrario y me abro, aparte de que me relajo y puedo ir al verde prado, el con su masa me derribará me aplastará, y mis sueños de grandeza habrán finalizado...
Y en la número cuatro el Elefante innombrable, sin patria conocida, arisco con la prensa, algo suspicaz y a la vez muy veloz, juguetón y afable, muy generoso, llevaba enroscadas en su larguísima trompa guirnaldas de flores y ramos de olivos que anteriormente se los estaba ofreciendo al público que se alienaba en las bajas gradas del fondo de la tierra.
Y por fin llegó el momento que se esperaba,¡Uno, dos y tres!,un conejito amarillo de color azul silbó fuertemente, tanto que el sonido se acopló con el golpear del agua marina con los acantilados, que rebotan a su vez en el amor a un sentimiento íntimo y de olor húmedo.
¡Madre mía!, ¡que espectáculo!, ¡las niñas y niños lloraban de la emoción!, como saltaba de felicidad el canguro, la distancia era abismal, mientras, la babosa de Malasia Sinfoneretea anunciaba: ¡Unámonos compatriotas, las aves con las ranas y el cielo con la tierra!, la emoción vibraba en el ambiente.
Iban ya pasados los primeros cuatrocientos metros, el guepardo aceleró inmensamente pero cuando estaba acercándose peligrosamente al canguro de tanto forzar sufrió de una distensión muscular que le alejaba del triunfo;,así se lamentaba posteriormente ante los cucuruchos comunicativos: lo siento por mi Camerún, mi patria,¡hice lo que pude por engrandecerla!.
Saltimundis iba a ganar, faltaban cien metros, pegó un salto como triunfal y desapareció de donde los ojos de cualquiera de las almas allí reunidas pudiera alcanzar .Pasados dos días hacía unas declaraciones desde donde él decía que estaba, en otra galaxia:-la soberbia me traicionó-
Iban en cabeza de carrera el elefante innombrable y Nicomedo Viruelas, faltaban cincuenta metros, estaban en la curva:
-Voy por dentro, muy por dentro de mis intereses de victoria, mi conquista es mi antojo, mi vida la competencia y habilidad en los entresijos de la conveniencia, los despojos por fuera, por dentro la victoria, bien adentro, dejando a los demás por fuera, ya venzo, el elefante no alcanza...y he aquí que de la trompa del mamífero placentario, que estaba a escasos cinco metros de distancia, se desprende una sustancia pegajosa que cubre al hombre atleta y le paraliza, el elefante mientras pasa a Nicomedo Viruelas dice, esto en nombre de los elefantes a las mujeres y hombres malos de la tierra; quedaban solo diez metros, pero de repente, y con semblante muy sosegado se sentó en la pista asfaltada el mamífero placentario, tanto se sentó que los otros elefantes del equipo hicieron luego una sentada con pancartas que ponían ¡dignidad para la tierra!.
La victoria estaba pues servida Sinfoneretea hermosa y triunfal en su entrega, tres meses pasaron y el cronómetro así sentenció, y en esos tres meses se forjó la revolución.
xurxo fernandez gonzalez