miércoles, 15 de agosto de 2012

AMÉRICA LATINA


 "En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ella docientas personas..."

De:Brevísima relación de la destrucción de Las Indias_Fray Bartolomé de las Casas
 http://www.ciudadseva.com/textos/otros/brevisi.htm


JORGE ABELARDO RAMOS . Escritor original, prolífico y polémico, Ramos ha sido señalado como uno de los intelectuales más brillantes de América Latina, a la vez que una de sus plumas más eximias.
Fundador de la “izquierda nacional”, escribió numerosos libros y ensayos sobre política, historia y literatura.
Su “Revolución y contrarrevolución en la Argentina” fue reeditada y reformulada varias veces desde su aparición en 1957 y fue una referencia ineludible para varias generaciones de militantes y políticos argentinos. “Historia de la Nación Latinoamericana”, otro de sus textos fundamentales, plantea la unidad de la América hispana, retomando la idea de su primer libro, “América Latina: un país”, publicado en 1949.
A lo largo de su lucha política, fundó el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), El Frente de Izquierda Popular (FIP) y el Movimiento Patriótico de Liberación (MPL).
Sus textos no han sido la obra de un teórico, un historiador o un doctrinario, sino el producto vívido de su militancia política, en su devenir, su fluidez y sus transformaciones.
Desde: http://www.abelardoramos.com.ar
Sabido es que Ramos era hijo y nieto de anarquistas y anarquista él mismo en su adolescencia, antes de ser convertido al marxismo por la influencia de los Perelman, Pedro Milessi y Aurelio Narvaja. En ese carácter de joven libertario, trató y fue amigo de muchos militantes y exmilitantes de la Anarquía, en Montevideo y en Buenos Aires. En cierto ocasión, en un año de mediados de los ’60 –cuenta Luis Alberto Rodríguez- Ramos lo había invitado a tomar un café en un bar del Once. En eso estaban cuando se les acercó un hombre, al que Ramos lo presentó como el compañero Haffner. Cuando se retiró, Ramos le explicó a Rodríguez que el compañero tenía una casa de fotografía en el barrio y que –lo más sorprendente- Haffner no era otro que “el Rufián Melancólico” que Roberto Artl había pintado en su novela “Los Siete Locos”. (Roberto Ferrero)

              Madre, yo al oro me humillo,
              Él es mi amante y mi amado,
              Pues de puro enamorado
              Anda continuo amarillo.
              Que pues doblón o sencillo
               Hace todo cuanto quiero,
               Poderoso caballero
               Es don Dinero.
                      Nace en las Indias honrado,
                      Donde el mundo le acompaña;
                      Viene a morir en España,
                      Y es en Génova enterrado.
                      Y pues quien le trae al lado
                       Es hermoso, aunque sea fiero,
                       Poderoso caballero
                       Es don Dinero...
 De: Poderoso caballero es Don Dinero_Francisco de Quevedo http://www.poesi.as/fq03015.htm 



 Himno Zapatista

Ya se mira el horizonte
Combatiente zapatista
El camino marcará
A los que vienen atrás

Vamos, vamos, vamos, vamos adelante
Para que salgamos en la lucha avante
Porque nuestra Patria grita y necesita
De todo el esfuerzo de los zapatistas

Hombres, niños y mujeres
El esfuerzo siempre haremos
Campesinos, los obreros
Todos juntos con el pueblo

Vamos, vamos, vamos, vamos adelante
Para que salgamos en la lucha avante
Porque nuestra Patria grita y necesita
De todo el esfuerzo de los zapatistas

Nuestro pueblo dice ya
Acabar la explotación
Nuestra historia exige ya
Lucha de liberación

Vamos, vamos, vamos, vamos adelante
Para que salgamos en la lucha avante
Porque nuestra Patria grita y necesita
De todo el esfuerzo de los zapatistas

Ejemplares hay que ser
Y seguir nuestra consigna
Que vivamos por la patria
O morir por la libertad

Vamos, vamos, vamos, vamos adelante
Para que salgamos en la lucha avante
Porque nuestra Patria grita y necesita
De todo el esfuerzo de los zapatistas
 



                                                            Historia de la Nación Latinoamericana (Parte 1 de 4) de Jorge Abelardo Ramos
 

Bolívar, las mujeres, los esclavos y los niños

Muchos escritores parece que no pudieran admirar a Bolívar sino considerándolo como un hombre soberbio y predominante. Una de las características del carácter bolivariano que desmiente esa falsa imagen es el interés que siempre demostró el Libertador por los sectores más desamparados de la sociedad: las mujeres, los niños y los esclavos.
Y a los que se sorprendan de que yo incluya a las mujeres en esa categoría de seres desvalidos, les diré que es porque afortunadamente hasta el recuerdo se ha perdido de la situación de subordinación y de pasividad en que vivieron las mujeres hasta hace pocos años.
El signo más hiriente de esa inferioridad era que carecían de toda independencia económica, porque ni siquiera en Europa se les permitía trabajar fuera del hogar, excepto como criadas. Si no se casaban permanecían recluidas en la casa, en una condición de dependencia que se hacía a veces desesperante cuando les faltaba el padre; si se casaban y el marido las tiranizaba, no tenían amparo.
Tampoco recibían otra instrucción que algunos conocimientos de adorno, porque ninguna carrera científica ni forma alguna de educación técnica estaban a sus alcances.
Desde luego, tampoco podían aspirar a tener parte en la vida pública; y cuando hace pocos años comenzaron a reclamar que siquiera se les permitiera votar en las elecciones, aquello se consideró inconcebible y en las propias calles de Londres solían insultarlas y apedrearlas si se atrevían a desfilar pidiendo esa justificada prerrogativa.
Bolívar fue el primero en nuestra América que trató de que a las mujeres se les enseñara algunos oficios que las independizaran económicamente. Comentando el plan de estudios de los institutos que el Libertador estableció con ese fin, decía su maestro don Simón Rodríguez: "Se daba instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por necesidad, ni hiciesen del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia".
Pero el Libertador quiso mucho más: trató de que las mujeres se educaran mejor, y que a su vez colaboraran en la educación de sus hijos para hacer de ellos ciudadanos dignos de un país libre.
En su proyecto de Poder Moral, presentado al Congreso de Angostura en 1819, declaraba que era "absolutamente indispensable la cooperación de las madres para la educación de los niños", y pedía que para ayudarlas en esa misión el gobierno debía publicar "instrucciones breves y sencillas acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia".
Exigía además que esas instrucciones se repartieran de modo "que no haya una madre que las ignore, debiendo cada una presentar la que haya recibido y manifestar que la sabe el día que se bautice su hijo, o se inscriba en el registro de nacimiento".
Varios años después insistió Bolivar en ese cuidado de la educación femenina, cuando libertó al Perú y a Bolivia y quiso emprender en esas naciones hermanas un amplio programa de reconstrucción social. Y por cierto que una de las más bellas proclamas del Libertador fue la que dirigió a las alumnas de un colegio de Arequipa, en el Perú. Saludándolas con un apelativo que nos muestra cuánto se exaltaba su imaginación en aquellas tierras de los Incas, les decía: "¡Hijas del sol, ya sois tan libres como hermosas! ¡Tenéis una patria iluminada por las armas del ejército libertador! ¡Libres son vuestros padres y vuestros hermanos; libres serán vuestros esposos, y libres daréis al mundo los frutos de vuestro amor!" Encontramos así previsto en el pensamiento del Libertador, para todas las mujeres americanas, lo más necesario para alcanzar una vida digna y provechosa: educación, libertad, trabajo independiente y participación en la formación moral y política de las generaciones por venir.
Pero no llegaría él a rematar esa grandiosa obra de regeneración, y cuántos millones de mujeres esperan todavía en nuestro continente que se les cumpla aquel programa del Libertador! Así mismo, de acuerdo con las ideas y costumbres que predominaban en tiempos de Bolívar, los niños estaban tan desamparados y eran tan poco comprendidos como las mujeres.
El uso de los castigos corporales con intención de corregir a los niños era admitido en todas las clases sociales, y hasta los hijos de los reyes eran azotados en los casos de faltas graves.
Pero peor aún era el empleo de expresiones duras o despreciativas cuando el niño cometía siquiera un error. Hoy sabemos que decirle a un niño que es bruto, que es malvado, que es incorregible, no lo mejora sino que lo deprime, lo amarga y lo hace más rebelde. Pero entonces esas formas de violencia verbal se usaban unidas a los recursos más repulsivos de la violencia física, la palmeta, el encierro, golpes en la cara o en la cabeza del chico, etc., etc.
Bolívar se indignaba contra esa humillación en que vivían los niños; y de su propia mano se ocupó en redactar un proyecto de educación en el cual denunciaba de esta manera aquel sistema: "Decirle a un niño vamos a la escuela, o a ver al maestro, era lo mismo que decirle: vamos al presidio o al enemigo; llevarle, y hacerle vil esclavo del miedo y del tedio, era todo uno".
Y agregaba con mucha razón que ese trato era "la escuela de los espíritus serviles, donde se aprende con otros vicios el disimulo y la hipocresía, y donde el miedo no permite al corazón el goce de otra sensación". El método que el Libertador proponía debía ser todo lo contrario. En el mismo documento escribió: "Los premios y castigos morales deben ser el estímulo de racionales tiernos; el rigor y el azote, el de las bestias". Y advertía que ese recurso a los estímulos morales es el que "produce la elevación del espíritu, nobleza y dignidad de los sentimientos, decencia en las acciones. Contribuye en gran manera a formar la moral del hombre, creando en su interior ese tesoro inestimable, por el cual es justo, generoso, humano, dócil, moderado, en una palabra, hombre de bien".
He copiado las propias palabras del Libertador para que se advierta, además, que al pedir un trato cariñoso para los niños, no era porque pensara consentirlos. Reclamaba al mismo tiempo que se les inculcaran todas las virtudes que cita, para elevar sus espíritus y hacerlos hombres honrados y agradables.
Pero con tanto cuidado y afecto había meditado en la educación de los niños, que en el mismo borrador que cito se ocupa también en prever para ellos distracción y alegría. Y advierte que "los juegos y recreaciones son tan necesarios a los niños, como el alimento".
Por supuesto, había reflexionado también sobre las condiciones que debía reunir un buen maestro. Se horroriza de que a veces se escoja para tan delicada misión a "aquellos hombres comunes que armados del azote, de un ceño tétrico y de una declamación perpetua, ofrecen más bien la imagen de Plutón que la del filósofo benigno".
Pide que los gobiernos republicanos que se habían establecido en los países por él libertados procedieran así para nombrar a los maestros: "elegir -dice- entre la multitud, no un sabio, pero sí un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco; en fin, en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir".
Como es muy sabido, Bolívar había encontrado en su maestro don Simón Rodríguez ese tipo de filósofo benigno que ahora ponía como modelo para todos los educadores.
Y por eso, cuando en la cima de su gloriosa carrera, llamó a su lado a aquel hombre que lo había guiado en su niñez, le decía: "Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso".
Con no menos ardor que en redimir a las mujeres y a los niños, el Libertador se ocupó durante toda su carrera en mejorar la condición de los esclavos.
Como es bien sabido, la institución de la esclavitud apareció en el viejo mundo en tiempos inmemoriales. Los griegos y los romanos la admitían sin escrúpulo alguno, y no sólo los prisioneros de guerra sino a veces poblaciones enteras eran reducidas a esa atroz situación. Así mismo, durante la Edad Media y hasta hace apenas un siglo todo el norte del África, y el Asia Menor, eran un vasto mercado de esclavos, tanto blancos como negros.
Cuando llegaron a América los primeros conquistadores europeos se encontraron además con el problema de que no existían en nuestro continente bestias de carga, y como ellos eran poco numerosos y estaban siempre ocupados en combatir, no podían aceptar otras tareas. Es explicable, pues, aunque no sea justificable, que quisieran emplear como esclavos a los indígenas subyugados.
Sin embargo, como los indios americanos eran considerados poco vigorosos y, por otra parte, demasiado reacios al yugo, fueron sustituidos por negros africanos.
Lo peor es que por horrible que sea una costumbre llega a adquirir tanto arraigo en los pueblos, que en el caso concreto de la esclavitud, ni siquiera durante los dos grandes movimientos revolucionarios del siglo XVIII -la emancipación norteamericana y la Revolución Francesa- nadie pensó seriamente en abolir aquella horrenda injusticia. Bolívar sí se rebeló contra ella y arriesgó su prestigio personal para lograr que se aboliera o siquiera se dulcificara.
Desde luego comenzó por dar libertad a sus propios esclavos, y en 1816 anunció en una proclama la libertad de todos los existentes en la República.
Pero para esto último era preciso obtener una Ley sancionada por los representantes de la nación, y Bolívar la pidió al Congreso de Angostura con estas conmovedoras palabras: "Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República".
No obtuvo por entonces sino algunas leyes que favorecían la emancipación gradual de aquellos infelices, pero cuando triunfó en Carabobo volvió a insistir en que como premio de esa victoria se le concediera al menos que los hijos de los esclavos fueran libres.
En su mensaje al Congreso de Angostura había llamado a la esclavitud "atroz e impía", ahora la llama "cruel y salvaje". Encuentra además este bello argumento en favor de lo que pide: "Los hijos de los esclavos -escribe- que en adelante hayan de nacer en Colombia deben ser libres, porque estos seres no pertenecen más que a Dios y a sus padres, y ni Dios ni sus padres los quieren infelices".
Para comprender la resistencia que encontraba Bolívar es preciso recordar que muchos años después la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos originó una larga guerra civil y estuvo a punto de destruir la República.
Bolívar, sin embargo, no desistiría nunca de sus generosos propósitos, y cuando libertó al Perú y a Bolivia trató también de que en esos países se suprimiese la esclavitud, o al menos se atenuaran sus inhumanas prerrogativas.
Al llegar al Perú dispuso que a los esclavos se les permitiese cambiar de dueño según su propia voluntad, lo cual al menos les permitiría buscar uno menos cruel si el que tenían los tiranizaba. Y en la misma comunicación recomendaba que se diera a aquellos seres humanos oprimidos "toda la protección imaginable del gobierno".
En Bolivia, al presentar al Congreso un proyecto de Constitución, volvió a atacar en su discurso la explotación del hombre por el hombre. Y decía: "Mi discurso contiene ideas algo fuertes, porque he creído que las circunstancias así lo exigían; que los intolerantes y los amos de esclavos verán mi discurso con horror, mas yo debía hablar así, porque creo que tengo razón y que la política se acuerda en esta parte con la verdad".
Tal fue la actitud invariable de Bolívar con respecto a los esclavos. Ni riesgos, ni mortificaciones, ni cuidados se ahorró para luchar por ellos. Lo mismo que por sus otros compatriotas.
Desde luego, esos propósitos del Libertador acerca de las mujeres, los niños y los esclavos no nacían solamente de sus sentimientos humanitarios; correspondían además al concepto fundamental de lo que debía ser según él la emancipación: un punto de partida para organizar sobre bases más amplias y justas la gran patria americana.
Como diría don Simón Rodríguez: "Bolívar no vio en la dependencia de la España oprobio ni vergüenza como veía el vulgo, sino un obstáculo a los progresos de la sociedad de su país". Y conforme a este criterio, tampoco quería que permaneciera sumisa a los prejuicios e injusticias del resto de Europa.


                                                       Historia de la Nación Latinoamericana (Parte 2 de 4) Jorge Abelardo Ramos






   "Perdono al que roba y al que mata, pero al que traiciona, nunca."
Eniliano Zapata


                             Historia de la Nación Latinoamericana (Parte 3 de 4) Jorge Abelardo Ramos

 Mi cuate
Mi socio
Mi hermano

Aparcero

Camarado
Compañero

Mi pata

M´hijito
Paisano...

He aquí mis vecinos.

He aquí mis hermanos.

Las mismas caras latinoamericanas

de cualquier punto de America Latina:

Indoblanquinegros

Blanquinegrindios
Y negrindoblancos

Rubias bembonas

Indios barbudos
Y negros lacios

Todos se quejan:

—¡Ah, si en mi país
no hubiese tanta política...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiera gente paleolítica...!
—¡Ah, si en mi país
no hubiese militarismo,
ni oligarquía
ni chauvinismo
ni burocracia
ni hipocresía
ni clerecía
ni antropofagia...
—¡Ah, si en mi país...

Alguien pregunta de dónde soy

(Yo no respondo lo siguiente):

Nací cerca del Cuzco

admiro a Puebla
me inspira el ron de las Antillas
canto con voz argentina
creo en Santa Rosa de Lima
y en los orishás de Bahía.

Yo no coloreé mi Continente

ni pinté verde a Brasil
amarillo Perú
roja Bolivia.

Yo no tracé líneas territoriales

separando al hermano del hermano.

Poso la frente sobre Río Grande

me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos
hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico
y sumerjo mi diestra en el Atlántico.

Por las costas de oriente y occidente

doscientas millas entro a cada Océano
sumerjo mano y mano
y así me aferro a nuestro Continente
en un abrazo Latinoamericano.

                                           Nicomedes Santa Cruz  http://www.poemas-del-alma.com/nicomedes-santa-cruz-america-latina.htm

                                                                Historia de la Nación Latinoamericana (Parte 4 de 4) Jorge Abelardo Ramos