Era ya de noche en el estío.
Un hombre de aspecto sereno, con una corbata de ositos de peluche rojos, bigote
azul y un anteojo monocular enorme se para a unos doce metros de la amplia fachada de la hacienda. Apoyando
la palma izquierda de su mano en un nogal, apunta el artefacto óptico hacia la ventana de la casa rosada, donde Catalina compone
su obra entre el mito y la lógica de la pasión. Ella, con una mano acariciaba
las rosas sujetas al alféizar; la otra viajaba en el aire, auxiliada por el trino de
su vieja amiga, la que nunca faltaba a la cita, la joven golondrina. Haciendo círculos
y rectas la hermosa Catalina estaba; con sus dedos sensuales, que gesticulaban las idas
y vueltas de su desolación y a la vez de su amor. Respiró para dentro y sus
ojos aumentaron la gracia de sus mejillas.
Expulsó el viento que llevaba dentro, y con él sus palabras:
“Comprendo, mi amor,
cuando huyes hacia adentro,
Pues yo sé, como tu, lo
que hay hacia afuera,
Pero yo no estoy dentro
de ti,
Ni afuera hay nada que se
parezca.
Yo, soledad traicionera, a
ti te digo
Que no podrás con nuestro
amor desconocido…
Una luz intensa dentro de un foco circular que incidía
de lleno en su cara vino a interrumpir la composición. Procedía del reverso del
ambiguo monocular del hombre con una corbata de ositos de peluche rojos y bigote
azul.
-Mujer, ¡no sufras!, ¡amiga!, tu, que estás ahí apoyada en el
alféizar, con esa mirada de hondo pesar, yo te entiendo, ¡no te aflijas!, cuando
yo era más joven supe también lo que era el dolor…
- ¡Qué dices!..., ¿Cómo
te atreves a compararte conmigo?, ¿acaso mandé con mis palabras un mensaje de
auxilio a todas las personas de la tierra?, tú necesitas de alguien que sufra
para aliviar tu complejidad, dentro de ti se hospeda una condición monstruosa…,pero…¿Qué
ocurre?...¿cómo?...¿será posible lo que ven mis ojos?...¡Oh!...
Al tiempo que iba
diciendo esto Catalina, al hombre de aspecto sereno, con una corbata de ositos
de peluche rojos y bigote azul se le iba
cayendo el pelo;en vuelo ligero, como hoja de un apacible otoño. Su piel se
abotagaba a medida que su respiración se hacía más honda. Nacían como escamas y
una cola que cambiaba de colores e iba aumentando de tamaño golpeaba
violentamente la tierra, mientras rugían sus entrañas y salían de su garganta
sonidos atroces. Ahora sus manos eran garras de las que brotaban cada vez más
dedos, sus brazos se extendían cada vez más y se aproximaba a Catalina, quien ante el peligro que
se le venia encima decidió hacerse invisible.
xurx@erencia