Cuando
en la guerra de Secesión de EE UU Abraham Lincoln llamaba a la abolición de la esclavitud,
lo hacía siendo consciente de que era una poderosa carta a jugar, para
justificar una guerra producida por la imposibilidad de congeniar dos sistemas económicos
diferentes : el de una economía de mercado que giraba en torno a la exportación
del algodón o del tabaco, , con mano de obra esclava, como la agrícola del Sur
latifundista, que chocaba frontalmente con el otro nuevo sistema que aparecía,
el que giraba en torno al desarrollo industrial del Norte. Así pues, se trataba
de decirle al Sur que habían llegado otros tiempos, de sacar nuevos
rendimientos a esa mano de obra esclava, que ahora tenía que adaptarse al inmediato
futuro de una mayor especialización y diversificación en el trabajo y sus
recursos; era como decirles, habéis hecho bien vuestro trabajo, amigos del Sur,
pusisteis los cimientos para que esta nación se desarrollara y con ello
llegamos hasta aquí, pero ahora nos toca exprimiros.
Algo parecido ocurre en Europa en estos
momentos, donde el capitalismo voraz comandado por EE UU, con poder de veto en
el FMI, favorece a los estados del norte europeo que son sus aliados más
cercanos, como es en estos momentos Alemania, que se aprovecharon de la
coyuntura especulativa y de corrupción que se forjó en mayor medida en el suelo
de los estados también sureños como el
de España, Grecia, Portugal o Italia, territorios con una fuerte dependencia de las fuentes de ingreso del sector del
turismo, donde juega un papel primordial
la construcción, que trajo consigo la especulación inmobiliaria de la que tanto
se beneficiaron los países del Norte, que tanto dinero invirtieron en estos
sucios negocios, favoreciendo el crédito a bajos intereses y otorgando
subvenciones de dudosa credibilidad entre otros procederes; todo un terreno abonado
para que los bancos de esos estados sureños de Europa, ayudados por las políticas
neoliberales de sistemas bipartidistas, que encajan perfectamente en el paisaje
de un poder que somete al pueblo, acomodado en los falsos asentamientos de una
sociedad del bienestar; una sociedad de ingeniería artificiosa, con una carencia
importante de principios que activen el
contenido de felicidad, utópica pero
real en su alcanzable virtud benefactora.
Ahora esos estados “unionistas”
de la Unión Europea
piden el dinero a esos estados sureños aun hoy en día no son confederados…; pero
el caso es que a quienes se les pide responsabilidades es al pueblo, que paga él
las altas cuotas de este negocio criminal y usurero del tráfico del dinero, de
armas, de miseria, de intolerancia ,de muertes y guerras.
Xurx@erencia