Parsimón se consideraba pequeñito, pera era de dos metros y otros tres.¡Veréis!, la cuestión es que estaba lleno de timidez porque creía que sus pensamientos y decisiones se presentaban con total nitidez en sus interlocutores sin siquiera haber abierto la boca, sin necesidad de que hubiese una plasmación gestual siquiera. Así era que creía que todo el mundo a él le vigilaba; ¡sí!, lo que se llama ser un libro abierto creía ser, un libro en posición vertical, de alta transparencia y humana, con el riesgo que conlleva de que se caigan las letras que lleva impresas . Incluso más: así, cuando se cruzaba un pequeño perrito pekinés le asaltaba la duda también de si ese perrito le estaba viendo a él tal como él creía ser. Si era un gran danés también, aunque si no conocía bien a estos más grandotes era más comedido pues tenía cierto miedo a que le comiesen la mano al acariciarlos. Esta circunstancia de las transparencias no debieran ser una pesadilla si no se tiene nada que ocultar. Ahora bien, ¿quien no oculta algo en estos días?,...¡aunque solo sea dentro de los pantalones o de la camiseta!.
Unas veces por cobardía u
otras veces por prudencia, dicen quienes se consideran eruditos en la materia
por haber estudiado el cerebro de Parsimon que solía dar él la respuesta por
callada en la adolescencia, luego de ella ya era vicio,pues como creía que era
transparente no necesitaba dar explicaciones, se decía, así mal que vivía,aunque algunas personas que
lo conocían bien aseguraban que ese silencio era por amor. Pero, dicho así, no
se entiende muy bien esto, aunque si lo acompañamos de un alto nivel de auto
exigencia quizás se entienda mejor. Así fue que con el tiempo, aquellas y aquellos
pensamientos y decisiones que solo permanecen en el limbo individual de la
mente como transcendentales subjetividades de carácter secreto se hicieron más
rebeldes reivindicando su existencia.