Ji,ji,ji… , reía
el que solo comía galletas mientras estornudaba de placer, ya que solía meterse
los finos tallos de las tiernas flores y hojas por la nariz, para darse el
gusto de un sentir que calificaba como indescriptible, mientras la gota de
sudor inquebrantable por persistencia bajaba por la comisura de los húmedos
labios de su joven amigo Asier, que con pico y pala cavando estaba a pleno sol.
Disfrutaba de ello porque decía que le relajaba. ¡Cuánto trabajo innecesario
habiendo tanta escasez de todo!. Bien…, supongo que igual disfrutar no
disfrutaba…,pero sí que le relajaba lo de abrir zanjas.¿Y porqué abría zanjas
con pico y pala Asier? .Porque se cansó del futbol y estaba en paro. Miraba a
su amigo Mingoforo, el que solo comía galletas y no dejaba de pensar como podía
haber personas así, que con tan poca cosa podían ser el rostro vivo del alma apacible
ahogada en un estanque invernal fundido por el hielo, en un vivir en decadencia
sin saber bien porqué, pero a la vez relamiendo conciencias con la irónica
geometría que sabía poner en sus comentarios y en su poesía. Como el cocinero
pone la pimienta y el ojo quien va presto a comer una vez que cayó la presa,
todo está relacionado. Pues, ¿porqué si no iban a ser Asier y Mingoforo amigos?.
-Cualquiera de estos días el Sol se negará a salir y las y
los humanos viviremos en las tinieblas.-comentaba ahora Mingoforo-Solo quienes
compartieron mesa con Satán saben lo que quiero decir, porque si este Dios es
la gloria que venga el predilecto o predilecta del infierno y nos saque de este
abismo. Tu me entiendes, Asier, sabes lo que quiero decir, pues en realidad, y
según cuenta la iglesia, ¿no es el mismísimo diablo quien establece las guerras?;¿no
son ellos y ellas el diablo?
-Da eso igual; por lo demás, yo, aquí, ya me ves, Mingoforo,
tiempo perdido quitando tierra que no va más allá del hecho de un impulso en el
hábito del consuelo, pues…,¿porqué estamos tan solos siendo tantos?.¿Dónde están
las y los demás?,¿porqué no vienen aquí conmigo a cavar en la tierra?, aunque
deba reconocer que a la vez es tiempo perdido; pero no dejar que sea como el tiempo sufrido, que va
dejando huella en un mal recuerdo. Que inutilidad pedir la presencia cuando uno
no sale al camino, por eso cavo en él zanjas, para debilitarme al tiempo que el
espíritu cobra el clima sereno que le debe corresponder, y así estar dispuesto
al tiempo de paz o de guerra que venga.
-A la tierra estás unido,-decía ahora Mingoforo- y buscas un
método en que lo absurdo sobrepase el entendimiento racional, mas deberías
igual pensar en otra cosa. Yo te conozco y sé que aunque no huyes de los
humanos y humanas te avergüenzas de este mundo y eso causa aflicción y
desasosiego que te contrae…
¡Para!...,y por favor…,deja de comer galletas mientras
hablas. Me pones nervioso…
-Me sientan bien, y creo que a ti también te ayudarían. ¿ Quieres
estas migas?.
Asier hace con las manos signos de desaprobación a la vez
que dice:
-La verdad, no sé porqué crees conocerme tanto, cuando yo
estoy empezando a conocerme, y como estamos hablando de mi, si yo desconozco mi
existencia igual es que solo parece que existo, y por eso esa extraña sensación
de desapercibimiento cuando me contemplan y contemplo.
-Tienes que hablar con las personas, salirles al camino.
-Pero para eso debo entregarme completamente. Confía en mi método
Mingoforo, tiempo al tiempo…-Al tiempo que esto decía Asier pegó un pequeño
saltito-.
-El tiempo pasa…,pero ya veo, que para ti lo primero es mantener
la condición física, digámoslo así, sin sustancia, yo en cambio como galletas y
eso me ayuda para las rimas, a la vez que siento un gran placer cuando llegan
al estómago en forma de papilla. Hay quien anda todo el día y no ve nada. Yo en
cambio espero, prefiero andar en ritmos pausados y con el tacto del oído ligero
para así distinguir un trinar del otro, y con los dedos acaricio árboles y
estrellas
-Bueno, de acuerdo, sí, como quieras, pero…-decía ahora
Asier-…, esas estrellas;¿cómo haces para acariciarlas? , pues es diferente que
los árboles, ya que estos sales a su encuentro y los palpas; pero…¿y las
estrellas, y el mundo de las estrellas?...¡oh!...¡acariciar estrellas!
-Pues así de simple, acaricio estrellas porque creo que
puedo acariciarlas. Y además, te diré una cosa, amigo Asier, el roce no es lo
mismo con el dedo que con la nariz…
Cansado Asier de su vida en paro del ayer, era en una
bohardilla de una villa cualquiera. Ahora la situación cambió. Compró Asier 1500
metros cuadrados de tierra y se dispuso
a abrir zanjas, para luego de acabar tal empresa sentir que fruto de tal
desprendimiento de fortaleza desinteresado fortaleciese ese arrojo en su calavera.
Ahora era él quien hablaba:
-¡Ah!, que interesante… ¿Y cómo haces para conseguir la
calma que tal empresa de acariciar estrellas requiere?
-Es cuestión de tener cerca siempre un buen catalejo con el
que poder contemplar y estirar el brazo. Y atento, confío en el viento, que si
me golpea con fuerza es porque de mi pide la naturaleza fortaleza, aguanto la
posición y elevo más el brazo y chillo con la mano, ¡liberad al pueblo!, astros
que me servís de guía. Esa es una manera de acariciar estrellas como otra
cualquiera.
Mingoforo era un personaje especial, no solo por comer únicamente
galletas, sino que además cuando se enfadaba escupía una sustancia pegajosa de
la cual era difícil desprenderse si una o uno se cruzaba en su trayectoria y
acababa atrapado en esa cosa, en esa sustancia pegajosa. Tenía amigas y amigos
por todos los lados, era como un pájaro, no pedía permiso. Medía tres metros y
con bigote y barba de metro y medio. Sigue hablando Mingoforo:
-Ahora, si me disculpas ,mi querido Asier, voy a recitar. Esto
le ocurrió a una amiga de Transilvania que lo escribió antes de morir
Cantando a la primavera la dulce cigarra estaba
Y yo con mi lira afligida
por tener que abandonar mi tierra,
así me vi vencida y aturdida,
pues de la noche a la mañana
la tierra también da vueltas.
En realidad, decidí dejarlo todo en el pueblo
Y al camino me eché,
Cuando en el día segundo de esa calenda
Amanecí en otra frontera.
Abrí los ojos y observé tras de mi
Que venían a caballo para juzgarme
Por sucesos que yo no cometí.
Pude librarme de ellos.
¿Quién no vio su sombra alguna vez?
Sentí que el aliento de la caballería
Inundaba la montaña de pestilencia,
Estaban ya muy cerca de mi,
Tenía que desaparecer,
Saqué la daga y me dormí.
Ahora Asier, se disponía a coger otra vez el pico y la pala
y seguir abriendo trincheras, a la par que comentaba:
-¡Vaya!, pobre mujer…¿y como se llamaba?
-No me acuerdo del nombre, pero de pobre nada, fue solo un
sueño.
-¿Cómo?,¿no murió?. Lo dijiste al principio
-¡No!, lo que tienes es que fijarte en la poesía, no en la
nota introductoria; queda bien claro que yo dije en el último verso, “saqué la
daga y me dormí”.
-¡Ah!, es que como eres lírico.., las metáforas, ¡ya sabes!...
De repente empezó a llover con una fuerza arrolladora, tanto
que los ríos se desbordaban El viento se convirtió en arma mortal por los
efectos de un huracán descomunal. Mingoforo y Asier se estaban descomponiendo.
En uno de los valles con glaciares del Montblanc había a
cielo abierto un caballete con su lienzo. Nadie había allí. Era un paisaje de
montaña con las figuras de Mingoforo y Asier en primer plano y amigables. Empezó
a llover con fuerza. El aceite se iba descomponiendo, pero lo raro es que nadie
había allí.
Xurx@erencia
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