ESCENA III
(En el País de las Sirenas, en la cueva
de la reina están la propia reina Mougadiviche y su Camarera real Surtinailda. Vigilando
la entrada está Pópulo y Pípulo, pajes de la reina)
MOUGADIVICHE: ¿Continuamos Surtilandia?
SURTINAILDA: ¿Con lo del
beso y las caricias?
MOUGADIVICHE: Ahora no, sigamos un poco con los ensayos de la
obra
SURTINAILDA: Así pues
ibas en aquello que ocurrió cuando leías un cuento de hadas y te estabas
quedando dormida
MOUGADIVICHE: Sí, claro..., ¡ya no me
acordaba!, pero gracias por ello. Así pues sonó dentro de mí como un martillazo
en mi cabeza, como el del mismísimo Thor y sus descendientes en lucha pagana contra la cristiandad. Alguien, con
indefinible voz y presencia, y que parecía salir dentro de mí
me decía que yo debía de bajar de esa nube y salvar a la humanidad...
SURTINAILDA: Esta alusión céltica no venía en el guión.
MOUGADIVICHE: La puse a última hora. Soy
yo la guionista de mi propia historia. ¿O qué?
SURTINAILDA: Sí, pero si vas a estar cambiando el texto por lo menos avisa.
MOUGADIVICHE: No creas tener en esto más
papel que el que te corresponde. Asesorarme pero desde mi creación, no la tuya.
Yo no tengo que avisar a nadie de lo que hago.
SURTINAILDA: Pues podías emplear
conmigo otro tono, al fin y al cabo somos amigas. Puedes continuar.
MOUGADIVICHE: Pues ahora no quiero. Necesito
descansar un poco, aunque al poco rato necesitaré estar llena de vitalidad. Aunque
no sé que será lo mejor...o quizás no sea nada más que eso..., ¿qué importa
todo esto que yo digo o de alguien que va dentro de mi cuerpo? ¡Estoy
intranquila! Espero con impaciencia la llegada de Halmagetón, ese halcón que
vigila lo que mis ojos no llegan a alcanzar.
MOUGADIVICHE: ¿Aún no ha llegado
Halmagetón?
PIPULO: Si hubiese llegado te lo
hubiésemos hecho saber.
MOUGADIVICHE: Ya, claro. Cierto es....¡retírate!,
a no ser que quieras besarme
PIPULO: ¿Besarle los pies?
MOUGADIVICHE: Como ves, Surtinalida, cada
paje es diferente.
(Sale Pípulo)
MOUGADIVICHE: En fin, debo seguir lo que
con interrupciones constantes empezó. A ver si ahora va esto mejor. Como iba
diciendo anteriormente estaba una noche entre dormida y despierta cuando oí una voz que me aseguraba que yo
salvaría a la humanidad. No me otorgó ningún poder especial ni pesquisa alguna
sobre el ejercicio de dotes sobrenaturales, me dijo que en ese momento me iba a
quedar profundamente dormida y que al despertar descubriría que me había convertido en hechizara,
aseguraba que confiaba en mi persona y sabía que no iba a traicionar a las
especies del planeta. Al despertar me di cuenta que esa voz interior me había
transformado. El espejo trataba de engañarme representando su
papel. Para él seguía siendo mujer. Ahora tenía que
entrar en otra dimensión...
SURTINAILDA: Que salga todo de ti, todo lo que tienes. ¡Ánimo!...
MOUGADIVICHE: Me encontraba sola, sin
relieve ni perfil y mis raíces aparecían entre la niebla que cubría el valle; ¿Qué podía hacer?. ¿Porqué
no pude cogerlas?, me preguntaba a mí misma, y acto seguido ya no podía
alcanzarlas.
SURTINAILDA: ¡Eso es!...pero... ¡Álzate!... ¡Así!... ¡Fenomenal!
MOUGADIVICHE: Sentada ahora como en las nubes
y hechizada esto fue lo primero que me ocurrió. Lo que parecía como un recuerdo se adueñó de mi
memoria.Así empezó todo.
SURTINAILDA: Aquí tienes que hacer una suave inclinación oscilatoria y
dejarte luego seducir en un ligero vuelo como el de una pluma.
MOUGADIVICHE: Aunque nunca hice eso que
comentas creo saber lo que quieres decir. ¡Vamos a ver!... ¿Algo así?
(Gira sobre sí misma Mougadiviche)
SURTINAILDA: Bastante bien, mejorable pero bastante bien. Esa es la línea a
seguir en los puntuales momentos en que una desbocada pasión tiende a un
aligeramiento. Y ahora atenta, vas a iniciar el relato de un recuerdo, ese
recuerdo que sentada en las nubes y ya hechizada fue lo primero que así, en ese
estado, se te vino a la memoria. Puedes continuar.
MOUGADIVICHE: Extrañas cosas. Pasaron unos días, y mientras que me iba inciando en el arte de la magia...; era una tarde de verano. Divisaba ahora desde la ventana una extraña
sombra que se escondía entre unos también jóvenes manzanos. No sé si era una
sombra o si era que una nueva
dimensión transformaba ese
reflejo y se alimentaba de mi propio cuerpo para subsistir, si fue una
extraña llamada o un efecto de inimaginable causa. La sombra o lo que fuera, no
paraba de ir de un lado a otro. El caso es que parecía que me estaba espiando. Sentí
un miedo que me paralizaba, no podía dejar de mirar hacia ese lado. El viento, que
era poco intenso desprendía sonidos que se arremolinaban en mi cerebro. Tuve
que sujetarme con las dos manos al alféizar de la ventana.
SURTINAILDA:¡Vamos!, ¡Que salga todo lo
que tú tienes!, ¡eso es!...¡Ánimo!...¡Así!...¡Mi queridísima Mougadiviche!... ¡eso
es!
MOUGADIVICHE: La sombra llevaba una
guadaña, y de sus ojos se desprendían dos anchas gotas que conformaban dos
regueros de sangre. Empecé a llorar desconsoladamente. Y mientras lloraba cada
vez más fuerte la sombra se alejaba. Ahora me encontraba sola y todo era confuso,pues al mismo tiempo que me iniciaba en el camino de la fe a una nueva fantasia yo no paraba de temblar, era aún una niña. Temblaba
de frío para acto seguido parecer que estaba sucumbiendo en las
angustiosas hogueras de la inquisición. Un
sudor pegajoso bajaba por mi cuerpo desnudo hasta los pies. Me tumbé en la
cama, pero tampoco podía dormir por
alguna razón extraña que se escapaba a mi entendimiento.
MOUGADIVICHE: ¿Cómo?
SURTINAILDA: Un suspiro silencioso
MOUGADIVICHE: ¡Ah!..., eso... ¡ya!...uf!
SURTINAILDA: ¡Así bien!... ¡puedes continuar!
MOUGADIVICHE: Sigo pues: Pasaron un par de meses. La noticia era
que un día de tempestad se volvía a arrastrar el monstruo, que en primer acto
de frialdad se refugiaba entre los matorrales. No sé porqué era noticia, no
tengo más datos sobre él, no recuerdo su cara. Deambulaba por las callejuelas del puerto pidiendo algo
de comer. Podía esperar un día, asta dos y tres meses, pero al final el maligno
entraría en el albergue, en las casas, suplicando que alguien le dejara algo de
paz. Nadie confiaba en él, nadie quería hablar con él. Por eso se le seguía
llamando el maligno. Y un día llamó a mi puerta. Sabía que era él porque nadie
llamaba a mi puerta. Afuera hacía un día de mucha lluvia. Abrí la puerta. Lloraba
con todas sus fuerzas la lluvia. Él se mostraba tremendamente inquieto y decía
con palabras que se entrecortaban que ya no pertenecía al mundo aunque el mundo
le viniera a recordar que sí existía. Cuando veía sonreír a las personas se
emocionaba. Qué como podía ser que él fuese calificado como el maligno cuando
le habían dejado solo. Cuando el desierto se multiplicaba ante sus ojos se veía
a sí mismo con un pequeño reloj de arena que sujetaba abrasivamente. Con la
misma esperanza que la de un reloj de arena, decía gritando desesperadamente. Se
instaló en mi cuerpo. ¡En fin! Ahora mejor. ¿No te parece?, ¿Surtinalida?
SURTINAILDA: ¡Oh!... ¡Sí!...pero que mucho mejor. Esa es la fuerza necesaria
para que un monólogo adquiera proporcionalidades verdaderamente creíbles. ¡Ahora
sí que fuiste tú!
MOUGADIVICHE: Y no lo dejaré de ser, pese
a quien pese.
POPULO: ¡Su majestad!, ya esta aquí...
HALMAGETON: Pero. ¿Quién entonces? El
agua o Mayo
MOUGADIVICHE: ¿El agua, mi querido amigo,
el agua, cuéntanos
HALMAGETON: Andaban por la arena de las playas y calas y no paraban de graznar,
su aspecto era aterrador pues estaban sumamente inquietos, pero a la vez
parecían felices, como si estuviesen celebrando un triunfo. Eran tantos que
todo parecía diferente. Una extraña sensación de inquietud y a la vez
iniciación hacia el descubrimiento de algo nuevo se apoderó de mí. Dentro de mi
cuerpo de halcón divisé un túnel mortífero anidado de cuervos que traían malos
presagios. Recordé tus palabras de conocimiento sobre los asuntos que
conciernen a las almas y composiciones de ellas, a esa extraña raza en la que
se junta un delicioso parloteo con las imágenes más siniestras y que el ser
humano pretende esquivar. En uno de los
extremos de una cala, apartado entre las rocas que formaban la base del
enfilado acantilado se reunía un grupo de unos catorces lo que pude observar
fue algo que escapa a toda condición lógica. Había también un ser humano, el
cual tenía el paso cerrado. Los cuervos lo tenían atrapado. Era de baja
estatura el homínido. Los cuervos enormes. Ellos callaban. Él chillaba
desconsoladoramente. Hubo un momento en que su voz se calmó, presa de la
desolación, al saber que sus ondas de reclamo se apagarían al ser depositadas
en un solitario firmamento. Todo era cuervos y él ante ellos. El hombre tapaba
su cabeza con las manos, en un intento de presentar oposición a los picotazos
que ahora empezaban a lloverle. De igual manera caía el agua que empezó a
brotar de las nubes. El día estaba cada vez más empeñado en cerrar sus claros. Los
cuervos emitieron unos sonidos guturales estridentes y desgarradores que se
implementaban al crujir del pico, que alzándolo al cielo azul proclamaba una
nueva victoria. Era, como tú bien me tienes hablado de ello, un sacrificio
pagano donde el diminuto hombre iba a ser devorado por los cuervos.
MOUGADIVICHE: Más que de un sacrificio
pagano estamos aquí tratando de otra
cosa, mi querido Halmagetón.
SURTINAILDA: Pues me tienes a mi muy intrigada, como me imagino que a él
también.¿Se puede saber de qué cosa se está entonces según tú aquí tratando?
MOUGADIVICHE: Lo primero paa ellos es
llegar hasta el corazón y cortarlo en trozos más pequeños. Con un pequeño
mordisco suficiente para establecer conexión con el alma.
HALMAGETON: De todos modos la escena
presentaba diversos signos de ritualidad, pues cuando llegó el momento en que
estaban escarbando en las entrañas del hombre, en el desgarrar del interior hacia afuera ,los
otros cuervos que había en la playa dejaron de hacer ruido, sin dejar de mirar
hacia donde se estaba dando el festín. No entiendo bien el porqué esperaban y
no se avalanzaban. Era como si se diesen
perfecta cuenta de que ese manjar para
ellos no era, sino para el grupo de
doce.
MOUGADIVICHE: Y en realidad así ocurría.
¡Escarpín!, el rey humano de los cuervos, duque para más señas. Sin llegar a
ser un cuervo los conoce mejor que nadie. Se fue a Siberia durante cuatro años adiestrando halcones
gerifaltes. Fue allí voluntariamente y aprendió a vivir en las adversidades del
inclemente hábitat de la tundra
.Aprendió de los ritos, graznidos y
aleteos, en un mundo tapizado de musgo y liquen. Comiendo carne de reno. ¡Maléfico
Escarpín!, se mueve como si fuese una serpiente que guardase el secreto de la
perfidia.
SURTINAILDA: Amiga Mougadiviche, a veces pienso que no sé si piensas lo que
dices o acaso dices y piensas justo y a la misma vez, de tal modo que lo que
haces es transcribir lo que en un
conjunto armónico oyes. Yo me
inclino más bien a pensar en lo segundo. Otros, como es el caso de Halmagetón
parece que se pierden y acaban hablando en Cirilio.
MOUGADIVICHE: ¡Cómo! ¿Halmagetón
influenciado por la palabra de aquel que dijo “por la fe de Cristo estamos
dispuestos a padecerlo todo”? ¡Ja, ja, ja...!, ¡Bien!, ahora en serio, ¡Ja!, ¡ja!,
¡ja!..., lo que querrás tú decir..., es ¡en cirílico!, entendiéndose por
ello...
SURTINAILDA: Cuando te ríes de la ignorancia de las y los demás eres
extrañamente irritable ¡Sí!... ¡eso es!..., con esos signos tan confusos y
equívocos.
MOUGADIVICHE: No te lo tomes a mal,
mujer. Bien, está anocheciendo, debo retirarme a descansar, ¿vienes
Surtinailda?,¡adiós halcón!
HALMAGETON: ¡Para lo que mandes!
FIN