CAPITULO IV DE COMO JONÁS Y HEMERITO VI HICIERON PARA
NEGOCIAR CON LOS PERROS DE BALLIULKA
-Si los perros de Balliulka no dejan de ladrar es porque
tienen algo que guardar -decía ahora Jonás flotando en el mar, aunque esto no hiciese falta, pues con los pies a la
tierra que hay debajo del agua se podían ya él y Hemérito VI anclar-
Lo que luego ocurrió fue que los
gusanos de Kemplanelfing se despegaron de las cinturas de Hemerito VI y
Jonás . Ambos tocaron por fin tierra mientras que los perros permanecían
inmóviles pero a la vez hostiles. Dichos perros se disponían en un espacio
semicircular que imposibilitaba toda salida, o más bien decir toda entrada al
centro de la isla. Pero alguna conversación debió de haber entre los gusanos de
Kemplanelfing y Jonás y Hemerito VI o entre los gusanos de Kemplanelfing y Jonás,
porque este se dirigió hacia el centro de la cala y con decisión y ronca voz
dijo:
“ Fuente sublime de boca curiosa
En tu pedestal ella nacerá
Y de Formoi hija nacida al mundo.
Tú ¡Fuente llamada Minxial!,
Que precipitas tu manantial
En la cercanía de mi aliento juvenil.
Vuelves ahora a mi en forma de Diosa,
La ilusión de mi vida por ver que estás con vida,
Mi joven Ninfa del amor.
Y arrojas tal cantidad de agua que
Solo el verte recogiéndote el cabello
Que desprende chispas de fuego infantil
Me hace sentirme bien;
¡Ese agua que brota de tus ojos
Hechos al amanecer!,
Y que luego de un éter suspiro
Riega mi amor para contigo.
Aquella sensación que también brota
Y arroja de mi pequeñito corazón,
Como la esperanza de mis días
Que ven florecer albas del mediodía
En las noches más oscuras
En que un ogro pudiese morar.
¡Abrid pues los ojos, perros rencorosos!,
Menguad vuestra posición y dejad que
Pasemos los gentiles de
Jonás y Hemerito VI!
Tiemblo solo del hecho de pensar
Que algún día no existirás,
Dios Formoi!,
Mientras que tú,
Que brotas del agua del manantial,
Mi hermosa mujer que haces
Que mi vida cobre sentido
Después de las largas horas
Dedicadas al estudio de las letras
Con su cinturón de la ciencia,
Atrapadas caigo y rendido en mis tinieblas,
¡A tus pies!”
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