jueves, 21 de noviembre de 2013

AVENTURAS MITOLOGICAS CLANDESTINAS CAPITULO VI REUNIÓN DE DIOSAS Y DIOSES




CAPITULO VI REUNIÓN DE DIOSAS Y DIOSES

 
Horrintae, Dios de la guerra que tiene en un constante sin vivir a la todopoderosa Tualba. Siendo él un Dios se hace desde la mente humana difícil de entender porqué no puede comprender que la Diosa de la fertilidad nada quiere con él. Pero Horrintae no siempre fue así. Hubo otros tiempos, como aquellas eras juveniles en las que reinaba la paz y se entrenaban para las futuras batallas mujeres y hombres prematuras, cadetes de la libertad, y el Dios de la guerra permanecía con ellas y ellos, como aquel capitán de navío que protege primero a su tripulación más digna de su apoyo por lo desprotegida de su condición; delfines de la libertad inscritos en el inmenso Golfo de Bradenia en tiempos de paz que se entrenaban para la futura guerra que vendría. Contiguos  a las tumbas etéreas de sus antepasados y antepasadas, ejercían dichos aprendizajes, al lado pues, de sus hermanas y hermanos, ya vencidas y vencidos y en plácido sueño; al lado pues ,de los espíritus benignos de su estirpe que también lucharon contra el enemigo, y que con sus fósiles osamentas una vez abatidas y abatidos cubrían las partes más profundas de las cuevas y otros orificios naturales de la vida misteriosamente socavada, para dar abrigo al nuevo ser que llama y nace de esa unión en cadena libertaria, a un nuevo ser que vive en la tierra firme que renazca desde tales ofrendas conmemorativas hacia sus antepasadas y antepasados. Así pues, eran futuros guerreros y guerreras que estaban siendo contempladas y supervisados en última instancia por Horrintae, quienes en gesto abierto al cielo y fuera de las salas de los trofeos y pompa de canto fúnebre se aligeraban de aquellas regias disciplinas militares, y se fortalecían bebiendo intermitentemente, en tales adiestradoras secuencias de la leche dorada que transporta la cabra sagrada Cubrina, tan venerada por estas latitudes, y de quien luego naciera una línea femenina de Diosas guerreras que se dispersaran por lagos, o mismo por donde nacen las afluencias de las rutas del río...; y también desplegadas y verticalmente izadas, empapando del suave perfume la sabia lectura que van dejando ascendentes las pequeñas colinas, con tal fila de fluorescencias acrobáticas que daban lugar a un conjunto armonioso de fuerza caritativa en el paisaje del discurrir en una vida apacible. Combatientas e inmortales las llamadas Isualvrinas, tres ellas son tales Diosas guerreras: Brucka, Vielkata y Pirrkala, quienes a lomos de bellísimas garzas plateadas y con tres caracolas libertarias instruían en aquellos tiempos a las más juveniles guerreras a la espera de entrar en contienda. Por aquellos tiempos se llegó a la paz entre dragones y diosas y dioses que cuidaban de la paz terrenal de mortales, pero era esta una frágil calma como la tempestad que la acosa, puesto que las divinas majestades tenían que estar siempre atentas y  prevenidas ante otro atosigamiento similar en el reino terrenal de la impetuosa tempestad contra la apacible calma , que no era más que el de esas tortuosas hordas enemigas de enormes monstruos marinos que venían a perturbar la paz en el golfo, como era el caso de los dragones de Surualax que vivían en diferentes islas y grutas marinas. Diosas y dioses dirigían los designios de la sociedad, los designios de la voluntad humana que quedaba seducida ante  las poliédricas proezas y hechicerías de tanta enormidad, la que existía en los atributos de dichas mandatarias divinidades de primer orden; sustancias de fina sabiduría envuelta en generosos actos ofrecían para beneficio de mortales tales divinidades, pero también otros sucesos convivían en la misma identidad todopoderosa..., no tan desprendidos..., y cubiertos estos, no con el lazo rosa que envuelve a la inteligencia, sino con la pegajosa sustancia de la debilidad banal y el plomizo juicio arbitrario; y es que a veces...,y es que a veces se comportaban como humanas y humanos, ¡o peor aún! . Y llegó el día en que  volvieron los dragones, y al no ver a nadie en la tierra decidieron buscar en el cielo, y como el cielo estaba protegido por las estrellas no pudieron entrar, pues fueron acosados por la gran vara de la diosa del firmamento Soilalbiam que descargó contra los dragones  la energía acumulada en tal prolongada caña por el efecto de las vitales ondas que emanaban de las bucles de la prolongada melena de dicha diosa, cabello que por tal intromisión se rizaba pareciendo llevar uvas doradas..., y eran retenidas tales uvas, tales ondas expansivas con firmeza por tal estaca sagrada...;  fue tal la fuerza mortuoria que partió a muchos de ellos en diez y siete pedazos, otros presos del pánico se convirtieron en estatuas de piedra que flotaban en el cielo y que con el tiempo fueron a caer a mares y tierra. Ondas expansivas auríferas y celestes, en definitiva eran las que allí, en los cabellos de Soilalbiam moraban, con voz como de inquietos truenos y efectos luminosos espectrales como de relámpagos, y que procedían de esa bóveda celeste protectora de los astros que en sus roces desprendían esas chispas, esas ondas ,esas cargas eléctricas que se recogían en  la diosa Soilalbiam. Bajaron pues, en vista del poco éxito, bajaron quienes pudieron, muy pocos fueron, bajaron del cielo los dragones y vuelta a la tierra, donde ahora esperaban una nueva oportunidad para volver a intentarlo de nuevo.

 
Era así entonces Horrintae un sabio dios de la guerra que ayudaba a quienes se veían más desfavorecidos y desfavorecidas, auxiliaba a quienes estaban dispuestas y dispuestos a combatir contra los dragones que llegarían de la otra parte del océano, y eran los machos guerreros quienes bebían de la leche de la cabra Cubrina de la que nacieran las diosas guerreras conocidas como las  Isualvrinas : Brucka, Vielkata y Pirrkala, quienes a lomos de bellísimas garzas plateadas y con tres conchas marinas doradas que una cada una de ellas llevaba colgada al cuello, instruían a las tan jóvenes y singulares guerreras en el golfo de Bradenia;  amazonas que se mezclaban entre ellas y con los de su distinto género, viviendo en un espacio común de amor prematuro y a la vez instruido en la estrategia militar rebelde y combativa.

 
Viendo Horrintae que el mundo de las mortales personalidades humanas que habitaban en el golfo de Bradenia estaban en minoría ante tan terribles adversarios como eran esos monstruos marinos, decidió que lo mejor sería ir a hablar con los gigantes que habitaban las lejanas montañas, pero para esto necesitaba del consentimiento de las demás diosas y dioses. Así pues convocó Horrintae una reunión en Srintra, el olimpo de las deidades en su base en la tierra, en el golfo de Bradenia. Una reunión de diosas y dioses en una de las bajas colinas que se disponen horizontales circundando el pico más alto de todo el golfo, que no era otro que el de Ismatumba , en la ahora pequeña república de Gotagma, ya mencionada dicha montaña  cuando  resucitara la mujer de nombre Pruseima, y que así lo vieran  dos campesinas de la villa de Pantoimenka que venían de vuelta de las llanuras de Vendrelielka, en Vistrikam, hoy la ciudad de Las Bestias Sagradas; que la mujer malherida se convirtiera en una Cierva como el tamaño de un elefante, que subió tal sagrada montaña, la de Ismatumba, por la ladera norte, la ladera encantada; que a ella nunca más entre mortales se le viera, y que se llamaba la Diosa Prusimea. Pues hay que decir que también hay Diosas y Dioses de quienes casi nada se sabe, pues prefieren pasar, o así pareciere verse por sus distantes aptitudes, como voces anónimas, y dejar así ellas la relevancia de la pompa para otras almas sobrenaturales más vanidosas.

 
Así pues, se presentaba Horrintae en uno de los refugios que diosas y dioses tienen por la tierra para intentar ganar la confianza de sus compañeras y compañeros y hacerles entender que debían ir en la ayuda de los gigantes .El Dios de la astucia y sagacidad Saptalem fue el primero en hablar, criticando airadamente tal idea, con lo que venía a decir..., dejo un pequeño fragmento sacado de  las sagradas escrituras.  

 
-Saptalem: pues que mejor que nuestra propia ayuda ante la batalla sin necesidad de acudir a quienes siempre contra ellos hemos batallado; horribles gigantes que habitan en los fondos abismales o en las inhóspitas grietas de montañas inalcanzables no es la ayuda que necesita el mundo de mortales

 
- Soilalbiam: Yo, que vivo en el firmamento y reino en los astros de dudosa procedencia, puedo observar desde tal elevación como gigantes y humanas son de pequeña condición, por muy grande que sea el gigante y roce con su aliento las nubes más altas.

 
- Tualba: La flor que se abre muestra todo su esplendor como cuando las almas mortales luchan por sobrevivir. Cierto es que los gigantes rivalizan contra nosotras y nosotros, dioses y diosas de las que se presume inmortalidad, porque habitan tales inmensidades en un lugar desconocido, pero no por ello se debe de dejar de entender que ellos, los gigantes también quieren ser comprendidos. Por ser nuestros enemigos no quiere decir que con ellos no podamos llevarnos bien en momentos puntuales, por lo demás..., no están bien organizados..., y así poder ayudar ellos a las almas mortales.

 
-Horrintae: Ah!, Tualba, ¡Diosa de la fertilidad!, cuando hablas parece que son mis palabras las que salen de tu boca, mis manos las que en ti se posan...

 
- Tualba: Pues mías son y no tuyas las palabras y tus manos son las tuyas y no las mías y en mi las tuyas no se posan

 
Al final lo que ocurrió fue que se decidió que fuera Horrintae a hablar con los gigantes. Él intentó llevarse a Tualba consigo. A partir de aquí fue cuando Horrintae empezó a cambiar verdaderamente, y pasó  poco a poco y paulatinamente de ser un Dios de la Guerra que protege a las y los mortales a un Dios individual que se mueve por sus propios deseos particulares, muy parecidos a los de humanas y humanos. Era como si el rechazo que sentía que venía desde la Diosa de la fertilidad para con él, fuese de una tremenda carga negativa difícil de llevar, y que encendía otra fuerza guerrera pero de diferente índole, propiciada por un dolor que llegaba del rencor por sentirse incomprendido, el Dios de la guerra así se fue apartando de sus raíces.
 
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