CAPÍTULO VIII LA OGRESA ACURATANAK
DESCUBRE UNA INSCRIPCIÓN REVELADORA
Las islas, en general, si
están desiertas de hombres y mujeres permanecen ajenas o desconfiadas a las
leyes universales del justo equilibrio que traen extranjeras y extranjeros...; ¡claro
está!, porque nadie del reino humano habita en ellas, no hay nativos o nativos
ni quienes de fuera llegaran. Fácilmente deducible es decir que no son sometidas cuando han sido
descubiertas si no fueron colonizadas, o aún así y siendo sometidas resulta que
es menos firme su disciplina servil a ese otro reino que viene de fuera a
someterlas. Todo esto es así porque el viento las rodea ,y ellas aprendieron
del viento sin haberse abrigado, pues hubo un tiempo en que había muchas islas
y se desplazaban por el mar, un tiempo incluso anterior a las diosas y dioses
que habitan en la tierra.Tantas había que entre ellas muy poco espacio quedaba;
además estaba el hecho de que tenían una tendencia amorosa a unirse. Podría
decirse que casi se acoplaban unas con otras y que todo era un manto de tierra
agrietada, y tales grietas los caminos que deja el mar o los caminos del mar sin tierra con grietas que
dejan huellas, o simplemente un efecto de la naturaleza en sus demostraciones
de mágica sabiduría.Con el tiempo, fueron subiendo desde el fondo y se
alimentaron de esos espacios flotantes de tierra..., ¿Quiénes?, pues
lógicamente los monstruos marinos.¡Sí!, ellos se alimentaron de las islas y las
devoraron casi en toda su totalidad; y allá, en el ancho firmamento, un espacio
para el encuentro,donde la luz de las otras islas celestes, las llamadas
estrellas incidía de forma tan jocosa
sobre las islas terrenales que llamaba la atención de esos engendros que
habitan en el fondo marino. Llamaban así la atención de los monstruos las estrellas
, aunque desde luego que no era la intención que abrigaban con tales
disposiciones para con los ellos, y
puestos en el caso de que alguien pueda decir lo contrario...,¡pero no!..., en realidad lo único que pretendían ellas era
jugar con las islas;. Y es que...el
hecho de..., y es que..., no entendían ellas de que sus inocentes y sensuales
aproximaciones pudiesen ser vistas como
una incitación que abriera el apetito de tenebrosas criaturas, pues las islas
en el cielo permanecen a todas luces ingenuas de ese fondo marino. Luego del
festín se sumergieron las bestias. Quedaron pocas islas.
Tan pocas que son varias las versiones. Sabido es que en los tiempos actuales
se generaliza ahora la idea de que solo quedó una, de la cual nació la tierra después
de una explosión; pero lo cierto es..., lo que verdaderamente cuenta para las
gentes que por aquí pueblan es que quedaron tres, las islas de las
sepultureras, pues es tal como así narran también las sagradas escrituras.Y que luego ocurrió que los ogros del mar
devolvieron, fruto de la indigestión en ellos producida por tal glotonería, y
así se creó la tierra en torno a ellas, en torno a las tres islas. Lo primero que apareció fue flotando una montaña,
la del pico más alto del golfo de Bradenia,
que no era otro que Ismatumba, en la
ahora pequeña república de Gotagma. Las águilas circundan el cielo. Más bien
nacieron de él, y bajaron a la tierra para ver a la montaña primigenia. Esa lava
del fondo marino expulsada en proceso de indigestión por ogros y ogresas, un
pico alto y flotante que busca el cielo y encuentra el vuelo perspicaz de tales
aves depredadoras, esa montaña adonde llegara resucitara la mujer de
nombre Pruseima, y que así lo vieran dos campesinas de la villa de
Pantoimenka que venían de vuelta de las llanuras de Vendrelielka, en Vistrikam,
hoy la ciudad de Las Bestias Sagradas; que la mujer malherida se convirtiera en
una Cierva como el tamaño de un elefante, que subió tal sagrada montaña por la
ladera norte, la ladera encantada; que a ella nunca más entre mortales se le
viera, y que se llamaba la
Diosa Prusimea. ¡Sí!, era así que solo se trataba de un juego,
un juego enormemente divertido que también entendieron como tal los primeros
enormes habitantes del fondo del mar, pues ellos pensaban que las islas eran
como galletas, como obleas que las estrellas, tan amables como siempre les
brindaban como almuerzo
¿Y bien?, supongo que tendrás muchas cosas que contarnos, debe ser
apasionante haber visto a una diosa -hablaba así ahora Rosemeriamli a Minurl cuando iban caminando, adentrándose al interior
de la Isla , y
por uno de los senderos que eligieron por parecerles a todas y todos el más
singular, pues aparecía el camino inundado de cantos rodados de muy diversos
colores cálidos-
-No sé que quieres decir por apasionante –responde secamente Minurl, el perro de Balliulka-
-Pues..., en fin..., de tus palabras tan austeras se deduce una desidia
amatoria...
-¡Yo soy un perro y tu una ninfa!
- ¡Ya!..., pero sois perros elegidos por diosas y dioses, y eso os hace ser
diferentes, debierais de estar más orgullosos -habla ahora la ninfa
Rosemeriamli, mientras se detiene en el camino para beber de las líquidas
emanaciones de agua que se desprenden desde las raíces de un enorme cerezo-
-Pero soy aun así un perro, mi
anterior amo era el Dios Formoi y el templo donde se le venera, en la villa de
Digamndia en el golfo de Bardenia. Vosotras las ninfas os parecéis bastante a
las humanas. Aunque igual que diosas y dioses sabéis volar, nosotros los perros
al igual que ellos no podemos volar, pero no nos parecemos tanto, aunque sean
nuestras y nuestros mejores amigos. No diferenciamos pues entre humanas y
humanos, diosas o dioses, ninfas, duendecillos...
- Pero, fuisteis llamados por la diosa Tualba, a quien debemos localizar...-interrumpe
con asombro Rosemeriamli -
-Cosas del azar, -interrumpe con firmeza Minurl - ella nos necesitaba y
nosotros servimos a quien bien nos trata. Como dije antes, mi anterior amo era
el Dios Formoi y el templo donde se le venera, en la villa de Digamndia en el
golfo de Bardenia. Dios, cierto es, que protege el espíritu de guerreros y
guerreras caídas en batalla, pero nosotros los perros solo entendemos que era
nuestro amo, y como tal su casa debíamos guardar. Luego llegó lo de Tualba...
Hablaban así pues Rosemeriamli y Minurl cuando el grupo llegó hasta una planicie de la que
sobresalían algunos árboles dispersos con tronco de culebra que llevaban en sus
ramas colgantes jaulas de plata con pequeños animales disecados. Cuando el
grupo comenzó a acercarse a dichos árboles pudieron adivinar que se trataba de
búhos, cuervos y cabezas reducidas de mujeres y hombres, estas últimas sin
jaula, colgantes de los pedúnculos, como si se tratase de enormes cerezas
podridas.
- ¡Por Tualba!, exclamaba ahora entre asombrado y
aterrorizado Hemérito VI-, pero..., ¡oh!, todo esto... ¿que significa?.., es...,
es algo verdaderamente horrible.
-Tiene que haber una explicación –decía Rosemeriamli
mientras miraba de un lado a otro buscando alguna pista y hadas y duendecillos
volaban precipitada e inquietamente-
-Pero, ¡fijaros!... ¡Acuranatak!... ¿adonde va?
Se dirigía la ogresa hacia una piedra vertical que
se hallaba emboscada entre la maleza. Cortó dicho matorral, luego se lo comió y
quedó desnuda la piedra. Había una inscripción. Hizo gestos al grupo para que
se acercase. Con asombro asi lo hicieron. La ogresa Acuranatak pidió a la ninfa
Rosemeriamli que descifrase el enigma. Y Rosemeriamli, primero leyó para si
misma, para acto seguido, y presa de una emoción incontrolable, pareciendo ser
sabedora de lo que eso iba a significar miró al cielo, alzó puño en alto y gritó:
Y su verdadero significado,
Que se entienda que las diosas
Ayuda también necesitamos,
Tualba soy y habito en tu corazón
Y tu vendrás a salvarme”.
Eran estas, así pues, las palabras escritas en
enormes caracteres pictográficos. Lloró Rosemeriamli y el cielo se abovedó de
una luz intensa y metálica, sonó un estruendo arrollador, como el trueno del
juicio final. La tierra tembló y crujió de tal manera que se partió en dos
cayendo en el abismo una ninfa y dos duendecillos. Las jaulas explotaron y de búhos y cuervas y cuervos salieron figuras
etéreas de guerreras y guerreros que cicatrizaban en el aire como espectros. Las
cabezas minimizadas cayeron del pedúnculo y de la tierra germinó un grupo de
hombres y mujeres, humildes campesinas y marineros
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