Bissut, el gran guerrero de todas las áridas tierras que luchaban por su afán descolonizador, y que en un afán libertario dispusiera encuentros tribales proyectados hacia la negación de cualquier gélida sumisión ante el candente hierro de la forja imperial. Y llegó la guerra. Un grito de rebelión se oía ahora. Más que un grito eran enormes y estrambóticos cornettos totalmente originales y sus hijos más pequeños que llegaran de gentes del norte, los importados serpentones, los cuales había adquirido Bissut en un viaje de esos del placer de la diplomacia. El sonido, como algunas aves del paraíso celeste luego aseguraron, llegaba hasta el cielo y se confundía con las notas musicales que salían de las flautas traveseras que colgaban en las nubes y no necesitan de boca para la ejecución del fin impuesto a ellas. Bissut era de una tribu que destacaba sobre las demás por la enorme altura de quienes la conformaban, de casi cinco metros de altura y que se llevaban muy bien con las jirafas, a las cuales pintaban de colores y ellas, dando las gracias les ofrecían las hojas de los olivos que aparecían diseminadas por el paisaje del ahora olvido...; y se las ofrecían una vez ya trituradas. Bissut, sin embargo, medía bastante menos que sus vecinas y vecinos, en torno a los dos metros, esa excepcionalidad le hacía líder entre ellos y ellas. Así pues, vivían plácidamente junto a las tribus vecinas, hasta que llegó la demente tiranía desde la ciudad de Jegnabem. ¡Sí!, así fue la realidad tristemente que ahora llegaba desde la ajetreada urbe de marfil, que giraba su discurrir y ritmo de vida en torno al palacio del gran homicida Vrimsniff, jeque imperial de orden maléfico y de natural condición de un soberbio uso profético, embaucador de aves de presa, el muy impostor, y de sus víctimas las culebras también estafador. Y todo esto así sea dicho para advertir del hecho de tan variopinta selección dentro de la clasificación de mortales en sus distintas sociedades, desde donde se forjó todo un imperio que habitó en las tierras semiáridas del hemisferio.
Pero, el caso es que..., esto...,
¡bien!, también está el caso singular de Miselda; pues bien..., fue criada ella
entre enanas y enanos pastorcitos que no pasaban del medio metro de altura y la
amamantaban. Eran de la tribu que habitaba en la pequeña montaña. Pero Miselda
medía un metro y exactamente veinte y tres centímetros, por lo que destacaba al
igual que Bissut de entre sus vecinas y vecinos. Ahora bien, como no era
costumbre en las mujeres, no ya el ir a la guerra, pues la guerra si viene hay
que estar en ella, sea en uno u otro bando cualquiera, sino que no podía regir
desde lo más regio y alto a sus vecinas y vecinos tribales por imposiciones morales de catadura de género...,
pues que optó ya hace mucho tiempo por subir a las nubes la singular Miselda, y
era ahora que colgaba en ellas flautas traveseras, aquellas que fortalecían el
sonido que salía de los enormes y estrambóticos cornettos totalmente originales
y sus hijos más pequeños que llegaran de gentes del norte, los importados serpentones,
ambos ya mencionados.
Así pues la guerra estalló.
Por un lado las tribus todas, ahora en un bloque comandadas por Bissut y en
frente suya el tirano cacique imperial Vrimsniff.Y arriba en el cielo Miselda. Bissut
estaba pletórico de energía, y no paraba de ir de un lado a otro a lomo de su
caballo arengando a la tropa. Tocan las cornetas, Habla Bissut, con los brazos erguidos
al cielo y triunfal:
"¿Porqué estas cadenas que
no son las mías
Aparecen en este día triunfal
prolongadas...?
No me dejes solo....¡amor
de mi vida...!;
Aun así aparece tranquila
y sosegada..., la vida,
Pues el furor del viento
no aparece
Y solo anida en el recuerdo
De que algo se marchó,
O de que algo se desvanece.
¡Mi lira!, y que ante la
presencia del hielo perturbador
Que incide en la futura nación
mal avenida...,
Pues sin reconocimiento
de las sabias guerreras
Que se baten por querer
alcanzar
El mismo destino que yo
querría...,
¿Dónde estás, Miselda?.
Como las raíces de los árboles
más bestias de la tierra
De las cuales yo beberé
algún día..."
Ahora calla de repente.Las tropas del maligno Bissut
ya estaban encima, a unos quinientos metros. Bissut se gira,va ahora al galope y grita a sus tropas:
- Ante la adversidad hay
que erguirse, en pie compañeros y compañeras, que no nos invada os nuestros
corazones la desesperación ,loas a naturaleza, el amor está contigo, yo escucho
tu voz, ya estamos cerca de la gloria, mi querida Miselda!
-Todo listo capitán! –interrumpe el sargento mayor-Bien...oh Miselda, este día....,en este día, por fin, la historia comprenderá que hubo una vez una vida en la que ....,mas..., esto que es!, pero...porqué os vais ahora?...,ordeno que volváis aquí!, yo solo no puedo obligar a estos cañones...Abandonáis cuando estábamos mas cerca de la victoria. Volved aquí!, no me abandonéis, yo solo no puedo hacer la guerra...
De repente, un sonido
seco se oye dentro de la sala. La mujer de la litera se despierta
bruscamente. Al principio se asusta, una sensación de absoluta soledad
unida a un confuso recuerdo inalcanzable de algo ejecutado sin acabar de
encontrar en la memoria se apodera de ella. El libro permanece en el suelo. Es
un libro enorme que ahora se pone en vertical y milagrosamente se marcha del
cuarto que permanece con la luz encendida. La mujer de la litera, desconsolada
y aturdida despertó a sus familiares más cercanos y les comentó el caso, en los
que reiterativamente explicaba entre sollozos que el libro que ella estaba
leyendo era mucho más pequeño, un cuento sobre la apacible vida de primavera en los Alpes de unos
cazadores de ballenas, o algo así.
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